lunes, 29 de agosto de 2011

PRODIGIOS EN LA VIDA DE QUETZALCOALT, por Jose Antonio Iniesta...

*Prodigios en la vida de Quetzalcoatl*
*Por José Antonio Iniesta*

La figura divina de Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada, ha influido
poderosamente en la conciencia histórica de Mesoamérica, y especialmente en
la espiritualidad de distintas culturas de México. Supone la expresión de la
divinidad y el símbolo de la transmutación del ser humano, que ha de
recobrar su naturaleza celestial, el quetzal, desde la condiciona humana y
material, representada por la serpiente.


Esta filosofía de la vida en plena
conexión con el Cosmos estaba a su vez asociada a infinidad de prácticas que
buscaban desarrollar el equilibrio del cuerpo, de la mente y del espíritu de
los iniciados, con el fin de alcanzar la libertad y la plena conexión con el
principio creador: Ometeotl.


Pero Quetzalcoatl, según la tradición
mesoamericana, se manifestaba periódicamente, aproximadamente cada 1040 años
(veinte ciclos de 52 años, número sagrado para numerosas civilizaciones
centroamericanas), con la forma física de un ser humano, un mensajero que
podríamos definir como un avatar o mesías, equiparable por la riqueza de su
doctrina a otros seres similares de las más variadas religiones y épocas.



El hombre que experimentó este proceso de reconocimiento de la divinidad que
llevaba en su interior, y que se convirtió en un maestro y guía espiritual
para un gran número de culturas mesoamericanas, fue Ce Acatl Topiltzin
Nacxitl Quetzalcoatl, “Nuestro Señor Uno Caña Cuarto Paso de la Serpiente
Emplumada”.


Por más que los hechos asociados a su vida estén profundamente
envueltos por el mito y la leyenda, con infinidad de sucesos claramente
simbólicos, poesía y parábolas, nos encontramos ante una figura real e
histórica. Es la de un ser sumido en un proceso espiritual que nació en un
pequeño pueblecito del actual estado de Morelos, llamado Amatlán de
Quetzalcoatl, el 14 de mayo del año 947 d. C.


Esta fecha, de implicación
astronómica, goza de un gran simbolismo, pues se corresponde con el día de
paso cenital del Sol en la latitud de la ciudad de Xochicalco. Un milagroso
embarazo La vida de Ce Acatl estuvo unida a toda clase de hechos prodigiosos
e incluso milagrosos, que empezaron a producirse antes incluso de su
nacimiento. Su madre fue Chimalma, una joven de origen humilde de la que se
enamoró el rey de Tula, Mixcoatl.


Enviada por éste a un templo, en el que
sería adiestrada como futura reina, se introdujo en una cueva a orar. Allí
un pez le anunció que sería madre de la encarnación en la Tierra de la
mismísima Serpiente Emplumada, Quetzalcoatl. Chimalma se guardó en el
interior de la boca una cuenta de jade que el pez le había entregado y de
regreso al templo, sin pretenderlo, se la tragó, quedándose automáticamente
embarazada sin intervención de varón alguno.


El jade, por su color verde,
representa la culminación de un proceso de transmutación alquímica, idéntico
al de la búsqueda de la piedra filosofal en la Europa medieval, la
transmutación del plomo de la materia en el oro del espíritu. El paralelismo
con las encarnaciones de seres como Jesús, Buda, Krihsna o actualmente Sai
Baba es sencillamente asombrosa.


Muchos otros sucesos nos ofrecen
sospechosamente un curioso guión escrito por la divinidad para distintos
maestros de sabiduría venidos al mundo para iluminar el camino de los
hombres. El rey tolteca, lógicamente preocupado por lo que había ocurrido,
pudo saber a través de un oráculo que aunque él no era el padre de la
criatura, tampoco lo era hombre alguno, así que reconoció al niño, que a
partir de ese momento sería su heredero.


Esto molestó profundamente a sus
dos hermanos, Zolton y Cuilton, que así perdían sus derechos al trono, hasta
el extremo de que cegados por la ira asesinaron a Mixcoatl. A esta tragedia
se unió la muerte de Chimalma, pues después de cuatro días de doloroso parto
murió dando a luz al niño sobre un escudo.


Los nuevos regentes de Tula se
conjuraron para matar al niño, por lo que las propias parteras cogieron al
pequeño y lo arrojaran sobre un maguey para que muriera empalado.
Sorprendentemente, esta planta espinosa lo alimentó con la propia
destilación de su miel.


Es curioso observar que sería esta misma la que
utilizaría en el futuro para sus simbólicos auto sacrificios rituales,
punzándose, como él decía que había que hacer, labios, orejas, piernas o el
miembro viril, según fuera la penitencia en función del pecado a expiar. Al
fallar en este intento de acabar con su vida, las parteras lo abandonaron
junto a un hormiguero, con el fin de que las hormigas se lo comieran, pero
lo que hicieron éstas fue alimentarlo con masa de maíz sobre un lecho de
flores.


Por este motivo lo dejaron caer en un manantial de agua para que se
ahogara, pero lejos de lo que se esperaba, flotó y fue arrastrado suavemente
por la corriente hasta que quedó a salvo sobre la arena. A partir de
entonces serían sus abuelos quienes cuidarían de él en secreto.


Tenía Ce
Acatl trece años (otro número sagrado en Mesoamérica), cuando fue invitado
por sus sanguinarios tíos para participar en las exequias de su difunto
padre, en el cincuenta y dos aniversario de su nacimiento (la matemática
sagrada una vez más), lo que se produjo en el año 960 d. C.


Se trataba de
una nueva estratagema para acabar con el heredero, aunque gracias a su
astucia, y a la ayuda de unos animales, no sólo consiguió sobrevivir, sino
que fue capaz de arrojar a la hoguera a los asesinos, convirtiéndose así,
tal como le correspondía en justicia, en el rey de Tula.


El antropólogo y
escritor Frank Díaz, autor de “El evangelio de la Serpiente Emplumada”, me
ha aportado generosamente los resultados de años de investigación para la
elaboración de este artículo. Ha dedicado buena parte de su vida a la
profunda filosofía de los toltecas (difundida a través de la web kinam.org),
descifrando cada uno de los símbolos asociados a la vida de Quetzalcoatl,
tanto histórica como legendaria, e indica en relación a estos animales que
“el águila es el ego; el ocelote, la dimensión nocturna o subconsciente; el
lobo o coyote, la sexualidad”.


Resultan ser naguales del propio Ce Acatl y
representan su dominio sobre la condición animal. Chamanismo tolteca El
nagualismo es fundamental para comprender las creencias toltecas, pues éstos
concebían la existencia desde la experiencia chamánica. El nagual sería la
proyección de nuestra propia energía, adoptando forma propia en el mundo de
los ensueños, de tal modo que incluso puede llegar a tener forma
identificable o bien una apariencia luminosa.


El folclore popular ha
trivializado este proceso chamánico atribuyéndole al nagual la capacidad de
convertirse en una bestia. El nagual también es el líder o guía de un grupo
de chamanes o brujos organizados en Nahualmecayotl o linaje de sabiduría.
Estos grupos, de carácter hermético, se iban transmitiendo los conocimientos
secretos de generación en generación.


La capacidad de desdoblarse era propia
de la concepción tolteca del poder chamánico. El símbolo del nagual era el
ocelote, animal de hábitos nocturnos, cuyas manchas representaban a las
estrellas. El propio Quetzalcoatl era llamado Nahualpiltzintli, “príncipe de
los naguales”.


Contaba todavía trece años cuando fue enviado por sus abuelos
a Xochicalco (situado en el actual estado de Morelos), donde entraría en
contacto con el conocimiento sagrado a través del culto a Quetzalcoatl. Allí
se enfrentó, según la leyenda, con una serpiente de siete cabezas que
cuidaban los sacerdotes y que devoraba a todo aquel que no respondía
satisfactoriamente a sus preguntas.


La serpiente, llamada “Señor Ciempiés”,
le hizo siete preguntas, que simbolizan todo un proceso iniciático, en un
lenguaje críptico, el mismo que los mayas llamaban lengua de Zuyua, tal como
aparece en el Chilam Balam. Ce Acatl respondió, una tras otra, a las siete
preguntas, convirtiéndose así en el nuevo Señor Serpiente, un título que
refleja la misteriosa identidad de toda una estirpe de seres poseedores del
conocimiento supremo, como por ejemplo Pacal Votan, rey maya de Palenque.


Posteriormente, el joven iniciado tendría que hacer penitencia durante siete
años, toda una clave simbólica que se uniría a la orden que dio para que se
construyeran altares frente a los que se pudieran arrodillar los toltecas
con el fin de besar la tierra. Sin embargo, estos altares tenían que ser
destruidos después de cincuenta y dos años, para volver a hacerlos todavía
más hermosos, tal como los propios mayas hacían con sus pirámides.


En este
caso se volvía a construir una pirámide utilizando la antigua como relleno,
lo que nos permite ahora conocer la antigüedad de las mismas. Esto era lo
que se consideraba una gavilla de años, un ciclo de gran importancia en la
evolución de los hombres. Las trampas de la oscuridad Pero en la búsqueda de
la Luz no se vería libre de la perfidia de su contrario, Tezcatlipoca,
vinculado a las fuerzas oscuras, quien reclamaba los sacrificios humanos que
Quetzalcoatl rechazaba.


Este ser no dejaba de tentar constantemente al
maestro tolteca para llevarle al camino de la perdición. Se decía de él que
adoptaba la forma de monstruos y de toda clase de animales, que adormecía
con su aliento a los toltecas, para que no siguieran las enseñanzas del amor
universal, y que descendió del cielo utilizando una cuerda hecha con hilos
de araña, que es, por cierto, el propio nagual del dios oscuro: la tejedora
del destino.


Entre una infinidad de tropelías fue el responsable del robo
del espejo de obsidiana incrustado en el pecho de una estatua venerada en
Tula por los toltecas, pues por medio de ésta les era posible hablar con
Ometeotl, el principio divino que hace posible el equilibrio de la dualidad.
De hecho todo le parecía poco con tal de extender la maldad sobre el reino
de Tula y cualquiera de los territorios que abarcara su imperio.


Otro de los
terribles prodigios de este mago negro sería la caída de una enorme piedra
sobre la propia ciudad, así como una lluvia de piedras sobre las cabezas de
sus habitantes, a lo que se vendrían a sumar terribles tormentas con gran
cantidad de agua.


Los rezos detuvieron temporalmente este caos
meteorológico, pero poco después fueron víctimas de una plaga de langostas
que se comían hasta el último cultivo o planta que encontraran a su paso.
Por si esto fuera poco se produjo la aparición de una inmensa cantidad de
gusanos y gorgojos, entre otros pequeños animales, cuya voracidad era
insaciable.


La guerra cósmica entre la luz y la oscuridad se había
desencadenado, y el resultado de ello fue la destrucción masiva de los
recursos de los graneros del reino, sumiendo en el terror a los toltecas.
Muchísimos de ellos murieron de hambre. No contento con ello, el malvado
adversario de Quetzalcoatl embrujó a los toltecas con su canto en los bellos
jardines de Xochicalco, hasta conducirlos a un abismo, por el que se
despeñaron.


Acabó con muchos rompiendo un puente, lo que causó gran
mortandad, y hasta llegaba a matarlos uno a uno con una maza. Finalmente,
para consumar su obra, rompió unos diques, ahogando a todos los que quedaban
en los jardines. Los presagios del destino adverso que le deparaba a Ce
Acatl habrían de aumentar hasta sumirlo en la angustia.


Uno de ellos fue la
aparición de un ciervo deforme, que arrastraba la cola por el suelo. Se
situó frente al rey tolteca y desapareció, ante la mirada aterrorizada de
todos los que encontraban a su alrededor. En otra ocasión, al mirarse en un
espejo, se encontró con la imagen de un conejo (símbolo de la luna)
ensangrentado.


Así se amargó su corazón, preguntándose si lo vería así su
pueblo, condenado a la decrepitud y al ocaso de un hombre que lo único que
quería era dedicarse por completo a la trascendencia y al contacto con el
Creador. A pesar de todo, él seguía sumido en la austeridad, en la
penitencia y en la enseñanza dada a su pueblo para que siempre obrara el
bien, fuera humilde, generoso con los más necesitados y perseverara en la
creencia de un único Dios.


Con Él había que fundirse a través de la práctica
diaria del trabajo, la oración y el merecimiento, elemento fundamental en la
esencia de la toltequidad. Su actitud de absoluta integridad hacía posible
que sus súbditos, a pesar de las calamidades, todavía le fueran fieles y
permanecieran unidos. Así que sus adversarios decidieron acabar con él
desprestigiándolo ante todos.


Con sutileza y astucia consiguieron hacerle
beber vino, a pesar de que él se negó reiteradamente a causa de su ayuno.
Con la bebida mezclaron hongos de efecto psicoactivo. Como no estaba
acostumbrado a estos excesos se emborrachó, y aunque sintió el gozo de las
visiones que experimentaba, los hechizos de Tezcatlipoca arrojaron a sus
brazos a la joven Quetzalpetlatl, su propia hermana.


Así fue cómo se hundió,
vencido por la tentación, en las tinieblas del pecado, lo que provocó el
descrédito entre su pueblo y la inmediata expulsión. Tanto añoró la muerte
que pidió que le trajeran un cofre para que le sirviera de ataúd. Permaneció
tumbado en su interior cuatro días, implorando una muerte que no le fue
concedida. Nacxitl, título de Ce Acatl como Cuarto Paso, cuarto mensajero de
la Serpiente Emplumada en una serie de encarnaciones divinas, estaba sumido
en el infierno interior de la naturaleza humana.


Destinado a vivir su
proceso de transmutación, decidió abandonar la ciudad y el reino de Tula.
Fue despojado de todas sus riquezas y posesiones materiales para convertirse
en un auténtico peregrino y caminante, siempre acompañado de sus más fieles
discípulos. Sobre una peña contempló la ciudad de sus sueños, que abandonaba
para siempre.


Cuenta la leyenda que todavía quedan sus huellas en la piedra
donde se apoyó. Allí expuso el vaticinio que habría de convertirse en
profecía, al lamentarse por la forma en que quedaría vacía la gran urbe, lo
que ocurrió años después, cuando los chichimecas acabaron con la gloria de
este ombligo cósmico y ciudad imperial de los toltecas. En el corazón del
territorio maya El guía espiritual, acompañado por sus fieles, se dirigió
hacia el reino del sur, donde iría en busca de los sabios mayas.


El rey de
Uxmal le recibió con los brazos abiertos, allá por el año 987 d. C., así
como los itzáes, quienes reclamaban su facultad para curar las fiebres de
las que enfermaban. Poco a poco, aquellos que habían tenido noticias de su
grandeza espiritual acudieron para que pudieran ser tocados y sanados por
él. Se cuenta que en aquellas tierras realizó numerosas curaciones y toda
clase de milagros.


A su paso impartía su doctrina, atendía a los necesitados
y construía templos dedicados a la Serpiente Emplumada, sobre los que erigía
el símbolo de la cruz. Éste es conocido como el Quincunce o cruz de San
Andrés, representativo de la fe tolteca, y que tanto habría de llamar la
atención de los españoles cuando llegaron a México. A pesar de la división
creciente entre los toltecas, la ciudad de Cholula permaneció fiel a
Quetzalcoatl hasta el último momento.


Allí se había construido un gigantesco
templo dedicado a la Serpiente Emplumada, con galerías subterráneas que
fueron ofrecidas a los toltecas para que se refugiaran. Después de contar el
sueño de un collar de dorados granos de maíz que se rompía, lo que provocaba
que éstos se dispersaran, sus discípulos supieron que Quetzalcoatl les
hablaba de su partida: “Cuando el nueve se junte con el trece. Cuando veáis
movimiento arriba, movimiento abajo, y nazca de la serpiente de luz vida sin
fin, aún sobre esta tierra.


Entonces ocurrirá la voluntad del Uno, y
vosotros lo veréis. Del corazón del Cielo desciende la consagración de una
vida nueva”. Aunque no fuera ése su deseo, no pudo negarse a la petición que
le hicieron de que les dejara algunas reliquias suyas para perpetuar su
memoria.


Entregó unas piedras verdes, talladas con forma de animales, así
como cabellos de su barba, que llamaron “las barbas del Sol”. En su marcha,
tras abandonar Cholula, se produjo un nuevo prodigio. Quería atravesar un
río cuando golpeó una piedra y con el poder de su voz se partió,
convirtiéndose en un puente por el que pasaron, el llamado Tepeshiweloa,
“peñas desgajadas”.


A pesar de su éxodo continuo, el número de seguidores
fue creciendo, hasta alcanzar una muchedumbre de unas ocho mil personas. En
uno de esos altos en el camino se retiró a la montaña a meditar y con el fin
de ofrecer el sacrificio de su sangre, clavándose las espinas de maguey.
Después ordenó a la montaña que se convirtiera en tierra llana, por lo que
habría de ser terreno ideal para el sagrado juego de pelota, que representa
la dramatización del orden cósmico.


Esto produjo un gran terremoto que al
estremecer la tierra atemorizó a todos los presentes. Regreso a las
estrellas Y llegó el día de manifestar el desapego total hacia las
cuestiones mundanas. Tras la imposición que se le hizo de la máscara verde,
el báculo y un manto bordado con serpientes sobre sus hombros, se situó
encima de un montón de leña y él mismo se prendió fuego.


Un temblor de
tierra sacudió por entero aquellos parajes y el sol fue ocultado por las
sombras. Después cayó milagrosamente una lluvia de flores. Los allí
presentes vieron elevarse el corazón de Ce Acatl, desde el fuego hacia el
cielo, bien custodiado por los pájaros y las mariposas, convirtiéndose,
según la tradición, en Tlawiskalpan, que es el luminoso Venus.


El fuego
físico de la hoguera es al mismo tiempo el símbolo de la combustión interna
del cuerpo, que se vuelve incandescente, que se transmuta completamente
ardiendo como una pavesa, sutilizando la esencia del espíritu a través del
fuego interior, lo que nos recuerda a algunos místicos cristianos, que
ardiendo en el amor del éxtasis exhalaban fuego por la boca.


Ocurría esto en
el año 999 d. C, cerca de la costa de Coatzacoalcos, actual estado de
Veracruz. Pero para sorpresa de sus discípulos apareció cuatro años más
tarde, después de descender al inframundo, del que resurgió con toda su
gloria, revestido ya definitivamente con la aureola de la divinidad que
siempre había tenido.


Profetizó entonces que “se abrirán las puertas de oro,
y vendrán en matrimonio los pueblos de la tierra al templo de los cuatro
rumbos, donde se os pedirá que no os descalcéis. El mundo habrá de verlo
cuando ocurra, porque es amanecer de Ometeotl”. Cumplida la misión que vino
a desarrollar a lo largo de su vida, la transmisión de una gran enseñanza,
arrojó su manto de serpientes al agua, para navegar sobre ellas, alcanzando
la Luz, el cielo, sin haber muerto.



Sus palabras fueron misteriosas:
prometió que algún día regresaría...

-- reenviado de Mundo Libre de Luz...
Cuando una banda de visionarios se une para empujar los límites del universo
conocido, abren de par en par las puertas atascadas de la evolución para
todos....

-- EL SERVICIO ES UN IMPULSO INTRINSECO DEL ALMA, EXACTAMENTE COMO EL DESEO ES EL MOTOR DEL EGO " Arcangel Miguel...



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